Los que habéis ido siguiendo mis artículos, sabréis que en 2019 escribí mucho sobre la comunicación compasiva. Compartí mis reflexiones sobre el poder de las palabras hermosas, sobre el milagro curativo que ejerce la voz humana, sobre la importancia del silencio para comunicar primero con nosotros mismos, sobre apreciar la comunicación como un acto de generosidad y finalmente sobre esas conversaciones difíciles que todos enfrentamos a menudo.
Haciendo retrospectiva, veo que me adentré en varios de los aspectos que conforman la comunicación compasiva, pero que hasta hoy no he profundizado específicamente en lo que significa la compasión ni en porqué deberíamos traerla a primer plano y dejar que tome las riendas de nuestra comunicación.
Ha llegado el momento de hacerlo. Como humanidad, vivimos tiempos de mucho dolor, miedo e incertidumbre. Sin descartar otras emociones más positivas que también conviven con todo ello, quiero compartir las maravillas de la compasión y aportar algo de luz en cómo comunicarnos en momentos de tanto sufrimiento propio y ajeno.
Empecemos por su etimología latina, que en este caso lo deja claro a la primera: cum (juntos) y patior (sufrir). La compasión es, esencialmente, la participación en el sufrimiento del otro.
Pero que nadie se asuste antes de tiempo: no se trata de un sentimiento de pena que va de arriba a abajo, como en el “sentir pena por alguien a quien consideras de algún modo inferior”. No hablamos de pena. Hablamos de una comunión íntima, y muy difícil, con un dolor que no surge como propio pero que, si se acepta y se recorre, conduce a una unidad mucho más profunda y pura que cualquier otro sentimiento que une a los humanos. Ahí es nada.
La compasión es, pues, la manifestación de un tipo incondicional de amor que estructuralmente no puede pedir nada a cambio. Por eso nos debe resultar tan difícil de experimentar, acostumbrados como estamos a buscarle el rendimiento a toda interacción humana.
El tercer aspecto que contiene la compasión, y que me parece importantísimo compartir, es que funciona como pieza clave para una auténtica comunión no solo de sufrimiento, sino también, y, sobre todo, de alegría vital y entusiasmo.
Me detengo un momento en esta última idea, pues tiene mucha relevancia al hilo de la comunicación compasiva.
Pienso que, para la mayoría de nosotros, asociar sufrimiento y alegría requerirá de una madurez que quizá no hayamos todavía conquistado. Reconozco que es justo en esta intersección compleja cuando se nos pide un mucho de confianza en la vida. No pasa nada, todo a su tiempo y cada uno llega cuando llega a la comprensión de esta idea.
Dejad que para explicarlo mejor me sirva de las hermosas palabras de Thich Nhat Hanh, pues creo que lo cuenta de forma simple y hermosa:
“Intentamos eludir el sufrimiento, pero sufrir es útil. Necesitamos sufrir. Escuchémonos y comprendamos que la compasión y el amor verdaderos nacen de nuestro sufrimiento. Es de ahí que nacerá el amor, y enseguida sufriremos menos. Cuando sufrimos menos y sentimos compasión por nosotros mismos, entendemos más fácilmente el sufrimiento de otra persona y del mundo. Si sabemos cómo ocuparnos del sufrimiento, sabremos cuidar la felicidad. Sufrimiento y felicidad van siempre de la mano. Para crecer, el loto debe echar raíces en el barro.”
Lo que nos dice este gran experto en el vínculo entre comunicación y felicidad, es que a menos que escuchemos y aceptemos primero nuestro propio sufrimiento, seremos incapaces de ayudar. Como habréis oído muchas veces, la compasión empieza por uno mismo.
Precisamente aquí está la clave de la transformación hacia la comunicación compasiva que tanto necesitamos en estos momentos de cambio profundo. Porque lo maravilloso es que a partir del momento en que somos capaces de conectar con nuestro propio sufrimiento y comprenderlo, nuestra comunicación con nosotros mismos se transformará.
Y entonces será solo una cuestión de tiempo que nuestra comunicación con los demás también se transforme: se basará sobre todo en el deseo de entender al otro, en lugar de centrarse en el deseo de demostrar que tenemos razón.
¿De verdad creéis que hoy, primavera de 2020, con lo que TODOS estamos viviendo, tiene sentido alguno pretender tener razón?
Cuando comuniquemos con el otro desde la compasión verdadera, nuestra única intención será ayudar. Convendréis conmigo en que ahora mismo necesitamos mucho de este espíritu de ayuda, del que afortunadamente ya estamos recibiendo grandes muestras.
Ahora toca darnos apoyo y comprensión cada uno desde el lugar que pueda, entendiendo el sufrimiento del otro y, sin sentimiento de superioridad que valga, ofreciendo una comunicación verdaderamente humana que pueda conectarnos primero, y, sobre todo, de corazón a corazón.
La comunicación compasiva tiene componentes específicos e interesantes que podemos ir descubriendo. Espero compartirlo en próximos artículos.
Por ahora, para los que queráis profundizar sobre el gran poder transformador de la comunicación compasiva, os recomiendo 3 recursos que para mí son fuente de inspiración constante: Make Work More Human (iniciativa de Renée Smith,), Awakening Compassion at Work (libro y sitio web con propuestas útiles para las organizaciones) y por supuesto, mi querido Thich Nhat Hanh con sus libros y toda su labor.
A cuidarse mucho y ¡un fuerte abrazo a todos!