Prosivendola

Comunicación humana, consciente y eficaz.
Liderazgo creativo desde tu autenticidad.
Organizaciones fuertes, diversas y sostenibles.

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Esta es la historia de un corazón…

La complejidad actual alberga el potencial de un cambio positivo sin precedentes. En muchos aspectos podemos transformar la humanidad para que sea finalmente más humana.

Una de estas hermosas semillas de cambio es el movimiento global hacia la energía del corazón. Vengo observando este viraje desde hace tiempo y en gente muy diversa. Son muy buenas noticias, incluso en su forma todavía potencial.

Para empezar, quiero llevaros a El Cairo, donde justo antes del confinamiento de marzo fui invitada a un congreso económico de mujeres y experimenté mi más reciente muestra de este giro creciente hacia una vida con más corazón.

Ya conté, en un artículo previo, que allí se respiraba un verdadero cambio de paradigma. Fue muy revelador: con cada ponente, celebrábamos no sólo su éxito personal sino también el impacto positivo que su proyecto generaba en la comunidad. La energía del grupo era una suma poderosísima de propósitos individuales perfectamente engarzados en una tela de bien común. El éxito personal convivía de manera natural con el éxito colectivo. Uno no podía ser sin el otro.

Esa energía que experimenté en Egipto es la misma que mueve ahora a tantas personas que ya no quieren vivir una vida desconectada de los sueños de su alma. Desde hace décadas, hay signos evidentes de que una vida así nos duele demasiado -véanse sino las constantes crisis de reinvención personal y profesional de las que todos somos testigos. Muchos están diciendo basta y están tomando cartas en el asunto.

En el congreso fui ponente en la sesión “Desbloquea la confianza en ti mismo y muéstrate con autenticidad”. Barajé muchas posibilidades, pero finalmente compartí 3 aprendizajes de mi particular viaje hacia la autenticidad. Con amor y honestidad, son los que me parecieron adecuados aun sabiendo que cada uno tiene su propio camino. Aquí están.

Primero: todos nacemos magnificentes. Me encanta esta palabra, que conocí no hace mucho. Como dije en la charla, ‘magnificente’ es una palabra que te llena la boca de sensaciones buenas y poderosas. Nacemos magnificentes, pero a golpe de vida nos vamos olvidando de esa magnificencia y nos desconectamos cada día un poco más de la autenticidad de nuestro corazón. En casos muy graves de “olvido”, hasta llegamos a creer que hay algo malo en nosotros: algo de nuestro cuerpo, o nuestra inteligencia insuficiente, o nuestra forma de ver el mundo…. No sigo.

Lo que compartí en la sala es que no, que no hay nada malo en nosotros. Que nacemos magnificentes, que eso reside en nuestro interior y que podemos ir a recuperarlo cuando sea el momento. Recuperar esa magnificencia es, además, un camino que sin duda te llevará también a tu autenticidad, un camino que empieza cuando te atreves a ir a buscar tu verdadero tesoro. ¿Adivinas dónde está guardado?

Segundo: tus circunstancias no definen quién eres. Tantos de nosotros hemos tenido vidas más bien dolorosas, de las que quizá todavía nos estemos recomponiendo pasito a pasito. Sé de primera mano que son enormes las tentaciones de ponerse en modo víctima y que vayan pasando los años y las terapias. Sé del peligro de quedarse atrapado en el discurso de una vida difícil y abonarse así al cinismo o la amargura del cuánto nos ha costado sobrevivir. Por eso también sé cuán importante es recordar que no son las circunstancias las que definen nuestra esencia.

Yo no soy mis pensamientos; yo no soy mis circunstancias. Las circunstancias nos harán más fuertes o más débiles; nos pondrán las cosas difíciles o fáciles; nos abrirán el corazón o nos lo cerrarán a cal y canto. Pero nosotros somos mucho más allá y muy por encima de nuestras circunstancias.

Repitámonoslo cada vez que mordemos el polvo de la negatividad. Con espíritu compasivo y coraje, podemos trascender el pasado y renacer en la alegría genuina de estar vivo. Los sabios de todos los tiempos ya nos advierten: “allí donde pones tu atención, allí va la energía y eso es lo que crecerá”. ¿Dónde quieres poner tu energía?

Tercero: emprender el camino del corazón no tiene vuelta atrás. Constantemente compruebo que, si alguien empieza su propio viaje del héroe, que no es otro que el viaje hacia la propia esencia, es difícil ya que se detenga. Por supuesto, se desviará de la ruta, experimentará parones desesperantes, sufrirá a menudo del “un paso adelante y dos atrás”. Y hasta puede que el viaje le tome toda una vida, porque como siempre dice un buen amigo, “todavía no somos Buda”. Pero en la aventura de saber quién soy y cómo puedo vivir mi vida con sentido, uno empieza y no sabe cuándo acaba.

Y ¿no es mucho mejor así? Filosofía kaizen aplicada a la mejora continua de uno mismo. Además, el camino del corazón suele convertirse en una senda de curación, incluso para aquellos con vidas plácidas que seguro también tendrán heridas que curar. Si todo va bien, si conseguimos vencer miedos y dragones, y encontramos el tesoro que es nuestra propia esencia, la sanación nos habrá llevado desde un lugar llamado Miedo a un hermoso lugar llamado Amor. ¿Quién de nosotros no querría embarcarse en semejante viaje?

 

Y aquí quedaron mis 3 aprendizajes sobre mostrarte al mundo con tu propia voz: recordar que nacemos magnificentes, que somos mucho más de lo que nuestras circunstancias describen y que podemos emprender confiados nuestro propio viaje del héroe.

Termino: sin duda, la mente es maravillosa, pero sola no podrá con los desafíos de la complejidad que nos envuelve. Hay que recuperar el equilibrio de fuerzas. Quizá por eso tantas personas se están transformando para abrazar también la energía del corazón.

Con respeto por todos los caminos, y más allá de las incertidumbres del momento actual, necesitamos cuánta más gente feliz mejor. Personas que ya no tengan miedo de ser, vivir y mostrarse desde su autenticidad.

Como decía Wayne Dyer en la película El cambio, “no mueras con tu música dentro de ti”. Este quizá sea el momento que nos brinda la vida para empezar a escuchar con mayor atención esa música y atrevernos con unos primeros pasos de baile a su son.

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